«Este pobre clamó, y le oyó Jehová, Y lo libró de todas sus angustias. El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, Y los defiende.» (Salmos 34:6-7 RVR1960)
¿Cuántos años llevamos con la misma situación, en angustia; cuánto tiempo hemos pasado con sufrimiento, dolor, tristeza, impotencia, y no hemos visto cambios? ¡Pues hay una promesa de parte de Él para nuestra vida!
¡ESTE POBRE CLAMÓ Y LE OYÓ JEHOVÁ!
POBRE, no es en el plano de pobreza económica, tiene un sentido muy valioso: significa humildad, confianza, una persona que es reservada en su conducta, prudente; es servidor de todos, su oído está abierta a la voz de Dios, se niega a sí mismo…
Muchas son las cualidades del “pobre” ¿verdad? Pero concepto por el cual se merece luchar.
¿Qué es lo que tenemos qué hacer para recibir la bendición? Sólo ser “pobre de espíritu”.
Dios es un Dios misericordioso, Él escucha y atiende el clamor. ¡Cuánto más al que le ama y obedece! Él siempre tendrá misericordia de Su creación.
Y lo reitera en esta palabra:
«Y se dispondrá el trono en misericordia; y sobre él se sentará firmemente, en el tabernáculo de David, quien juzgue y busque el juicio, y apresure la justicia.» (Isaías 16:5 RVR1960)
El pobre de espíritu (en este pasaje de la escritura se refiere a David) clamó a Dios y tuvo un impacto en lo físico: ¡LO LIBRÓ!
Y qué interesante es la otra promesa que nos hace en un solo versículo: El ángel de JEHOVÁ acampa alrededor, ¿qué significa acampar? Detenerse, permanecer, alojarse.
Quiere decir que Dios mismo permanecerá cuando estemos en aflicción, nos escuchará y nos responderá librándonos y defendiéndonos, como lo hizo con David.
«Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.» (Jeremías 33:3 RVR1960)
Clamar involucra nuestro esfuerzo físico, con nuestra alma y con todas nuestras fuerzas. Y toda nuestra voz. Como dice la Palabra: «La muerte y la vida están en poder de la lengua, Y el que la ama comerá de sus frutos.» (Proverbios 18:21 RVR1960)
Leamos con todo nuestro corazón y escuchemos lo que Dios nos dice.
Echemos mano de todas Sus promesas para nuestro bien: «Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días.» (Salmos 23:5-6 RVR1960)
Él preparará un banquete que nosotros podemos disfrutar, aunque nuestros angustiadores estén presentes.
Su Palabra es el banquete, disfrutemos cada promesa y cada palabra que Él pronuncia para bendecirnos.
Él sigue siendo el mismo Dios, y sigue esperando escuchar nuestro clamor.
¡CLAMA A ÉL, Y ÉL TE RESPONDERÁ!
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