«Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; …»
¿Qué hemos perdido por no perdonar, qué hemos perdido por sostener la razón, qué hemos perdido por no entregar las ofensas y perdonar?
Dios desea verdaderamente que este año entremos, sin peso, a una nueva etapa, un tiempo en el que, en lugar de perder, ganemos.
Este año permitamos que Dios examine nuestro corazón, nuestros pensamientos, Él los conoce. Digámosle que sane todas nuestras heridas y grietas que tengamos en nuestro corazón, pues perdiendo, podemos ganar mucho.
El hermano mayor de la parábola del hijo pródigo, perdió mucho:
«Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase. Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.»
Perdió la comunión con su padre, no disfrutó la abundancia en la que vivía pensando en que su padre entregó bienes a su hermano para malgastarlos. Qué terrible cuando nos quedamos “atrapados en el tiempo”, y no disfrutamos de lo que nos rodea. ¡Perdió mucho!
Pero en el hijo pródigo hubo arrepentimiento y reconocimiento de su pecado, se humilló ante el padre, y su relación fue restaurada… y ¡ganó mucho!
Por eso es necesario pedir al Señor que examine nuestro corazón. Que escudriñe nuestras pensamientos y sentimientos. Él quiere sanar nuestra alma.
Los hermanos de José perdieron ¡todo!: «Y viendo sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos sus hermanos, le aborrecían, y no podían hablarle pacíficamente. Y soñó José un sueño, y lo contó a sus hermanos; y ellos llegaron a aborrecerle más todavía.»
Qué triste que una pasión tan baja, un pequeño detalle; que nuestros propios hermanos nos aborrezcan. Que la envidia rompa relaciones hasta el punto de querer matar. Nuevamente te digo: ¡Sus hermanos perdieron todo!
En cambio, José, con un corazón perdonador, no se aferró a la ofensa, “no se quedó atrapado en el tiempo”. Mira cuáles fueron sus palabras:
«Entonces dijo José a sus hermanos: Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros.»
Podía tomar el derecho de guardar rencor pero no lo hizo ¡y ganó mucho!
«Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto.»
Los que tomaron su derecho a guardar rencor ¡perdieron todo! Los que perdonaron, los que pasaron por alto la ofensa, ¡ganaron mucho!
¡ROMPAMOS NUESTRO DERECHO DE GUARDAR RENCOR Y GANEMOS MUCHO!
“NO NOS QUEDEMOS ATRAPADOS EN EL TIEMPO”
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