En el principio… Dios llamó a lo seco “tierra” y a las aguas “mares” …que las aguas se colmen de peces y de otras formas de vida. La tierra produjo vegetación: toda clase de semillas y árboles que dan fruto con semillas. Que la tierra produzca toda clase de animales. Dios hizo toda clase de animales salvajes, animales domésticos, animales pequeños y grandes… Entonces dijo Dios: “Hagamos a los seres humanos”. Así Dios creó a los seres humanos a Su semejanza. A Su propia imagen. Entonces Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno. (Génesis 1)
¡Cuánto amor, cuánta dedicación al crear cada cosa, cada espacio, cada árbol. Cuánta perfección y detalle en toda la creación. Todo por ti y por mí. De la misma manera como lo hizo en la cruz, en la creación también lo hizo.
Todo lo diseñó de tal forma que sólo el Arquitecto divino y Creador lo pudo haber hecho.
¡Cuánto cuidado dispuso para nosotros!
Para poner los peces, Dios hizo los mares; para poner los animales, hizo primero el bosque. Y cuando creó al hombre, había terminado el Jardín.
Ese Jardín donde todo gritaba amor, donde se respiraba Su Presencia. Él creó el sitio perfecto para un idilio: “el nuestro”. ¡Creó un ambiente de Su gloria!
¿Qué hemos dejado crecer? ¿Lo hemos dejado secarse? ¿Hemos dejado de admirarle?
Volvamos al Jardín, al sitio de nuestro idilio. Al lugar donde Él dispuso para nuestro encuentro y compañerismo.
Él creó un verdadero Edén. Creó un ambiente de Su gloria para enamorarnos. ¿Y qué vamos a hacer nosotros?
En cada reunión, en cada cita, en cada culto, en el tiempo de oración, en nuestra casa. Creemos un ambiente para atraer Su presencia aquí en la tierra.
Volvamos al Edén donde nuestra relación era tan estrecha. Donde el ambiente de Su gloria nos conducía a Su trono.
Él nos está llamando a levantar nuestras manos en todas las reuniones donde se le invoca para crear ese ambiente.De la misma manera como lo hizo en el principio: hizo el mar, puso los peces; hizo el bosque, después puso los animales.
Él ya lo hizo todo en la cruz y en el Jardín. ¿Y nosotros, qué podemos hacer?
Levantar nuestras manos en el santuario y alabarle, bendecirle, decirle cuánto le amamos, entregar nuestra vida a Él; y así crear un ambiente de Su gloria donde Su Presencia nos envuelva en una relación de amor por Su Creador.
Creemos primero un ambiente de Su gloria, y Él pondrá Su Presencia y Su olor fragante en nuestra vida. Y así carguemos Su gloria a todas partes.
¡VOLVAMOS AL JARDÍN!
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