«Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.» (S. Mateo 9:36-38 RVR1960)
En este mundo tan vertiginoso, tan ensimismado, tan egoísta…, en donde nuestra mirada está en nuestro celular y problemas, necesitamos mirar a nuestro alrededor, mirar a nuestra gente, ocuparnos de las multitudes.
Quizá vas a decir: “No puedo ver lo mío y me dices de ver la multitud”.
Escuchando una canción sobre el dolor de la gente, sin rumbo fijo y llena de dolor, en angustia, soledad…, te das cuenta de la necesidad tan real de este mundo; y nosotros como iglesia, somos la sal, somos la luz, tenemos las buenas nuevas para traer libertad, para abrir las puertas de las prisiones.
Lo único que debemos hacer es abrir los ojos, todos nuestros sentidos, y sobre todo, nuestro corazón, a la compasión y el amor por el prójimo.
“Ellos tienen qué saber del amor de Dios, que en las pruebas y el dolor Él es nuestro REFUGIO”.
“Ellos tienen qué saber que en Él hay salvación”.
“Ellos tienen qué saber que en el temor Él da seguridad”.
“Ellos tienen qué saber que en la sombra de Sus alas estamos seguros”.
“Ellos tienen qué saber que hay una senda firme, una senda segura, en lugar de un rumbo inseguro”.
Tal como lo dice en Su Palabra:
«¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!» (Romanos 10:14-15 RVR1960)
Por eso, Iglesia, Dios nos ha llamado a compartir de Su amor, que lo que ahora vivimos en libertad, lo proclamemos a aquellos que todavía están en prisión.
Iglesia, este es un llamado de compasión, un llamado a proclamar la necesidad de un Salvador.
Podemos culpar al gobierno, a la gente que solo maquina maldad en su corazón.
¿PERO, Y TÚ, IGLESIA? No callemos, no seamos de los recostados, que recibieron el pan y los peces; salgamos a brillar en este mundo de tinieblas, y desatar toda cadena de impiedad, sacar a lugar espacioso a los oprimidos espiritualmente ya traer libertad.
IGLESIA, DIOS TE LLAMÓ PARA “SALAR” ESTE MUNDO, ÉL TE LLAMÓ PARA COMPADECERTE DEL PRÓJIMO. ÉL NOS LLAMÓ A DARNOS, COMO ÉL DIÓ SU VIDA POR TI Y POR MÍ.
¡ES NUESTRO TURNO!
(ESCUCHA LA CANCIÓN DE STEVE GREEN: “TIENEN QUE SABER”)
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