“El preso agobiado será libertado pronto; no morirá en la mazmorra, ni le faltará su pan.” (Isaías 51:14 RVR1960)
¿Qué es una mazmorra? Un lugar oscuro, frío, muy profundo, en donde el preso hallaba muerte.
Los castillos y las fortalezas siempre tenían esos espacios para encerrar a los presos y de esa manera murieran de hambre y de frío. Eran lugares de muy difícil acceso, de modo que no había manera de escapar. Y algunos tenían qué convivir con los huesos de aquellos que habían muerto ahí, una difícil situación.
Déjame citar un párrafo de una novela de ese siglo para que nos demos cuenta qué es lo que vivía un preso que estaba en una mazmorra:
“Nos habían encadenado, cada uno en una columna. Éramos tres, pero cada uno separado de los otros dos. No podíamos dar ni un solo paso y no nos podíamos ver más que a través de una débil y lívida claridad, que nos deformaba como si fuéramos desconocidos. Así reunidos, y sin embargo separados. Teníamos las manos agarrotadas entre hierros y el corazón angustiado”.
Quizá en estos días no hay fortalezas ni mazmorras pero sí las puede haber en el corazón, en nuestra alma, y nos sentimos como esos prisioneros arriba citados: “entre hierros y corazón angustiado”.
Nuestros sentimientos y emociones nos tienen aprisionados con cadenas, con grilletes hasta agobiar nuestro corazón; y nos encontramos en un lugar oscuro, en un lugar frío y hambrientos espiritualmente. ¿Estás en una mazmorra?
En medio de toda esta tormenta que estamos viviendo no son para menos las preocupaciones, la ansiedad, la enfermedad, el temor a ser infectados, o infectar; mas aparte problemas económicos por haber perdido el trabajo…
¡Cuántas cosas nos han agobiado y nos siguen agobiando!
Como ya lo mencioné, esos presos tenía qué convivir con los cadáveres que estaban a su lado; nosotros muchas veces también convivimos con cadáveres pestilentes: con pensamientos negativos, y con todas las voces que escuchamos que no nos dan paz. Y así como los cadáveres apestaban, los pensamientos con los cuales estamos luchando también apestan y tenemos qué esforzarnos y luchar contra eso y llenar nuestra mente de buenos pensamientos, llenarnos de la Palabra de Dios.
Pero aún y que sintamos que estamos en una mazmorra, aún en ese lugar oscuro y frío, con hambre, con temor, con ansiedad… Surge la voz de Dios como una poderosa esperanza liberadora diciendo:
“El preso agobiado será libertado pronto; no morirá en la mazmorra, ni le faltará su pan.” “Porque yo Jehová, que agito el mar y hago rugir sus ondas, soy tu Dios, cuyo nombre es Jehová de los ejércitos.” (Isaías 51:15)
El Señor como poderoso gigante viene y nos rescata de esa mazmorra, de ese lugar oscuro, de ese lugar donde estamos sedientos y hambrientos, de esa cautividad y nos lleva al lugar de Su luz, de Su paz, saciando nuestra sed y mitigando nuestra hambre espiritual.
Dios será propicio a nuestras necesidades
Aunque quizá pensemos que Él se ha olvidado o que nuestra vida se perdió ahí, nos dice:
“Yo iré delante de ti, y enderezaré los lugares torcidos; quebrantaré puertas de bronce, y cerrojos de hierro haré pedazos; …” (Isaías 45:4)
No hay mazmorra que detenga a nuestro Dios, no hay lugar oscuro donde Su luz no pueda penetrar, no hay cadena que Él no pueda romper y hacer pedazos.
¡SERÁS LIBRE, NO MORIRÁS EN LA MAZMORRA, NI TE FALTARÁ TU PAN ALELUYA!
¡NO HAY MAZMORRA QUE LO DETENGA! ¡ESE ES NUESTRO DIOS!
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