«Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es.» (Deuteronomio 6:4)
Este pequeño órgano será de bendición o maldición. ¿Por qué? Pues depende qué vamos a decidir oír ¿no es cierto?
Creo que en la Biblia nos habla claramente lo que debemos hacer con nuestros sentidos ¿Pero, quién decide? Nosotros.
«He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición: la bendición, si oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, que yo os prescribo hoy, y la maldición, si no oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, y os apartareis del camino que yo os ordeno hoy, para ir en pos de dioses ajenos que no habéis conocido.» (Deuteronomio 11:26-28 RVR1960)
Cuando escuchamos atentamente a Dios, sólo entonces, hacemos lo correcto, y nos va a ir muy bien.
Qué importante es atender y poner nuestros sentidos a trabajar, cuando de esto depende nuestra vida ¿verdad?
Sabes que hay unos patos que al estar dentro del huevo, ya para nacer, deben estar atentos al llamado de la madre para empezar a romper el cascarón y salir del mismo. Su vida depende de afinar su oído para nacer y salvar su vida; y si no lo hace perecerá.
Si la naturaleza lo hace ¿por qué nosotros no?
Hoy más que nunca hemos escuchado, justamente de sensibilizar el oído espiritual y físico, para los momentos tan peligrosos que estamos viviendo.
¿Cómo lo vamos a hacer? Sí, en la presencia de Dios. Es ahí donde recibiremos dirección y guía para seguir adelante.
«Y leyó en el libro delante de la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de hombres y mujeres y de todos los que podían entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley.» (Nehemías 8:3 RVR1960)
Este pueblo había regresado del cautiverio, tenía qué reconstruir su ciudad. Verdaderamente habían pasado por algo muy fuerte. Pero cuando Esdras trajo el libro de la ley, el pueblo se juntó “como un solo hombre”.
Esto quiere decir que nosotros, como creyentes, estemos como un solo espíritu, y cuando abramos las Escrituras agudicemos nuestro sentidos tal como lo dice en Su Palabra: «El que tiene oídos para oír, oiga.» (S. Mateo 13:9 RVR1960)
“OYE ISRAEL”. La primera orden es OÍR.
Así que, cuando vengamos al templo, decidamos como esos patos, estar atentos a la voz de Dios. Abrir nuestros oídos para escuchar la bendición.
¡OYE ISRAEL, OYE MONTERREY!
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