“Y el rey dijo a Arauna: No, sino por precio te lo compraré; porque no ofreceré a Jehová mi Dios holocaustos que no me cuesten nada. Entonces David compró la era y los bueyes por cincuenta siclos de plata.” (2 Samuel 24:24 RVR1960)
En esta vida tenemos que pagar la renta, el mandado, un auto etc. ¿Pero estamos dispuestos a pagar el precio para vivir la vida cristiana?
Todos deseamos las bendiciones de Dios, todos queremos las riquezas del reino, pero pocos se esfuerzan por obtenerlas ¡por pagar el precio!
David sabía exactamente que no podía aceptar el terreno gratis, él tenía que pagar el precio para su Dios, sentir verdaderamente el esfuerzo propio. Ese esfuerzo que mueve tu fe, tu fuerza, todo tu ser; y que te dice “bien vale la pena”.
Qué sentido tenía para David pagar la heredad, si todo lo podía obtener sin precio: “Y Arauna dijo: ¿Por qué viene mi señor el rey a su siervo? Y David respondió: Para comprar de ti la era, a fin de edificar un altar a Jehová, para que cese la mortandad del pueblo. Y Arauna dijo a David: Tome y ofrezca mi señor el rey lo que bien le pareciere; he aquí bueyes para el holocausto, y los trillos y los yugos de los bueyes para leña. Todo esto, oh rey, Arauna lo da al rey. Luego dijo Arauna al rey: Jehová tu Dios te sea propicio.” (2 Samuel 24:21-23 RVR1960)
Para David en su calidad de rey le era fácil recibir o quizá tomar; pero el pagar lo que él quería para Dios, tenía un precio, un valor y prioridad.
Lo ofrecido a Dios tiene que ser sin defecto como dice la Palabra: “Asimismo, cuando alguno ofreciere sacrificio en ofrenda de paz a Jehová para cumplir un voto, o como ofrenda voluntaria, sea de vacas o de ovejas, para que sea aceptado será sin defecto. Ciego, perniquebrado, mutilado, verrugoso, sarnoso o roñoso, no ofreceréis estos a Jehová, ni de ellos pondréis ofrenda encendida sobre el altar de Jehová.” (Levítico 22:21-22 RVR1960)
¡Cómo ofrecer cualquier cosa a Dios; cómo no hacerlo nuestra prioridad y que tome el verdadero valor que debe tener en nuestras vidas, como hijos suyos que somos!
En cada Salmo podemos ver el valor que representaba la presencia de Dios en su vida y no podía darle algo que no le costara ¡tanto le amaba! Este sentir es el que tiene que estar en nosotros, aún más, pues sabemos el precio que pagó al derramar su sangre y dar su propia vida por ti y por mi.
Cómo no esforzarnos en darle lo mejor de nosotros sin escatimar nuestro tiempo para venir y adorarle; o servirle en lo que sea necesario. Hacerlo y no poner trabas por tiempo, incapacidad, timidez, orgullo, egoísmo, etc. Sino dejar todo obstáculo que anteponemos y servirle y amarle con todas nuestras fuerzas.
¿Te está pidiendo que derrames tu sangre, te ha pedido algo que te es totalmente imposible realizarlo como humano? No, ¿verdad?
“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.” (1 Corintios 10:13 RVR1960)
Si en la tentación nos da la salida ¡cómo no pagar el precio!
Él ya lo hizo todo, Él ya pagó el precio ¿sabes por qué? Porque éramos su prioridad.
Y ahora te pregunto, ¿vas a seguir tomando a Dios como tradición, religión o como tu Dios, tu Señor, tu amigo, el cual tiene un valor incalculable en tu vida?
¿Es tu prioridad o tú eres tú propia prioridad?
¿LO PAGAS O NO LO PAGAS?
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