«Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!» (S. Lucas 2:14 RVR1960)
¡Quė época tan fascinante la de Navidad! Qué fiesta de colores, que destellantes luces; gente de aquí para allá; haciendo todo tipo de compras. En fin, mucho movimiento: Grato tiempo de Navidad.
Gente ayudando a los necesitados, llevando comida, abrigo… Época de volcarse a los demás ¿no es cierto? Y como en todos los medios de comunicación se dice: “La época más alegre del año”.
Lo mismo que pasa con toda la luz, fiesta y colores, sucede espiritualmente en nuestro interior, cuando nos acercamos a ese Niño de Belén y lo adoramos, haciéndolo verdaderamente el Rey de nuestro corazón y Gobernante en nuestra vida. Un niño que nació para morir y darnos la vida eterna.
Más que una fiesta, más que una cena, más que una convivencia familiar; la Navidad es que ese niño cobre vida en nuestro corazón; le ofrezcamos nuestra vida y le pidamos que sea el Rey de nuestro ser y nos gobierne.
¿Sabes una cosa? De la misma manera que esos hombres sabios recorrieron dos mil kilómetros para adorarle; así como esos pastores vieron esos ángeles y escucharon la revelación y adoraron; así como José y María aceptaron el reto de ser los padres de Jesús; así también nosotros, al aceptarlo como nuestro Salvador y nuestro Señor, aceptemos el reto de vivir como Él quiere que lo hagamos, y esa época que es la Navidad, se tornará en una vida llena de luz, plena de color en cada situación; nuestra vida tendrá movimiento en dirección correcta. En una palabra, nuestra vida tomará sentido.
Jesús nació para morir, pero esa vida cobrará color en nosotros, al venir a nacer Cristo en nuestro corazón; tendremos una vida con propósito que nos llevará a una eternidad con Su luz destellante.
Que en esta Navidad, permitas que el Señor Jesús venga y tome el trono de tu vida para que de hoy en adelante no te sueltes de Su mano.
Esta época no sólo será tiempo de fiesta pasajera, sino que se transformará en una fiesta eterna. Sólo al acercarte a Él y adorarle todos los días de tu vida.
¡VENID Y ADOREMOS A CRISTO EL SEÑOR!
Comentarios