«Habla a los hijos de Israel, y toma de ellos una vara por cada casa de los padres, de todos los príncipes de ellos, doce varas conforme a las casas de sus padres; y escribirás el nombre de cada uno sobre su vara. Y escribirás el nombre de Aarón sobre la vara de Leví; porque cada jefe de familia de sus padres tendrá una vara. Y las pondrás en el tabernáculo de reunión delante del testimonio, donde yo me manifestaré a vosotros.
Y Moisés habló a los hijos de Israel, y todos los príncipes de ellos le dieron varas; cada príncipe por las casas de sus padres una vara, en total doce varas; y la vara de Aarón estaba entre las varas de ellos. Y Moisés puso las varas delante de Jehová en el tabernáculo del testimonio. Y aconteció que el día siguiente vino Moisés al tabernáculo del testimonio; y he aquí que la vara de Aarón de la casa de Leví había reverdecido, y echado flores, y arrojado renuevos, y producido almendras.
Y Jehová dijo a Moisés: Vuelve la vara de Aarón delante del testimonio, para que se guarde por señal a los hijos rebeldes; y harás cesar sus quejas de delante de mí, para que no mueran.» (Números 17:2-4, 6-8, 10 RVR1960)
¡Una vara seca en el tabernáculo del testimonio! Qué demandas tan extrañas de Dios, pero siempre será para sorprendernos ¿no es cierto?
La VARA representaba autoridad. Y después de la rebelión de Coré, Dios hizo traer doce varas conforme a las casas de los padres de Israel. ¿Por qué? Dios pronunció algo importante:
“Y las pondrás en el tabernáculo delante del testimonio, donde yo me manifestaré a vosotros”.
Cada vara fue puesta por Moisés con nombre según la ordenanza de Dios. Todas y cada una de ellas estaban en el mismo lugar, todas y cada una de ellas tuvieron el mismo trato, todas y cada una de ellas estuvieron expuestas a la gloria de Dios; pero sólo una reverdeció:
«Y aconteció que el día siguiente vino Moisés al tabernáculo del testimonio; y he aquí que la vara de Aarón de la casa de Leví había reverdecido, y echado flores, y arrojado renuevos, y producido almendras.» (Números 17:8) ¿Qué pasó?
Esto es lo que quisiera hacer recalcar en este pasaje solamente: de la misma manera que fueron llevadas al tabernáculo de reunión, expuestas a la gloria de Dios ¿por qué sólo la vara de Aarón reverdeció? Y algo importante: reverdeció, echo flores, se multiplicó, “arrojó renuevos”, y produjo almendras. Evidenció su naturaleza.
Dice la Palabra: «Bienaventurado el que tú escogieres y atrajeres a ti, Para que habite en tus atrios; Seremos saciados del bien de tu casa, De tu santo templo.» (Salmos 65:4 RVR1960)
Dios atrajo a Aarón hacia Él. Nosotros también somos atraídos por Él, pero depende de nosotros mismos dejarnos seducir por Su gloria, obedecerle, acercarnos más y más, escuchar Su voz.
¿Cuántos vamos cada domingo al templo? MUCHOS. ¿Cuántos estamos expuestos a la gloria de Dios? TODOS. ¿Cuántos nos rendimos en Su presencia, nos comprometemos y vivimos vidas verdaderamente que agraden a Dios, no a los hombres? POCOS.
Y repito, todos estamos expuestos a la gloria de Dios. Aarón se expuso al deseo de Dios, de estar completamente seca su vara, reverdeció, echó flores y renuevos y se vio cuál era su naturaleza.
Así nosotros, cuando decidimos dejar que Su gloria envuelva nuestra vida y desarraigue lo que nos estorba, sacará de lo que estamos hechos, de la naturaleza divina.
Como esa vara seca, quizá esté tu vida, pero al exponerte a la gloria de Dios en una actitud humilde, DIOS REVERDECERÁ TU VIDA Y NO SÓLO ESTO, SINO QUE CAMBIARÁ TU PAISAJE GRIS A UN COLOR PRIMAVERAL; Y EN CADA CIRCUNSTANCIA QUE SE PRESENTE EN TU VIDA VERÁS DE QUÉ ESTÁS HECHO: “NATURALEZA DIVINA”.
“ATRÉVETE A EXPONERTE A SU GLORIA”
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