“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; …” (1 de Juan 3:1 RVR1960)
¡Qué felicidad poder conocer el amor de nuestro Padre celestial!
Quizá tu padre terrenal te ha fallado, te ha abandonado, te ha maltratado, o está a tu lado, pero ausente.
Hoy es tiempo de perdón, y también es tiempo de que conozcas a ese Padre celestial que cuando somos infieles Él permanece fiel; cuando le damos la espalda, nos atrae con cuerdas de amor. Cuando éramos pecadores, murió por nosotros. Aquel que cuando no vamos a Él en oración, nos espera pacientemente.
Él nos amó primero. Es un Padre que tiene cuidado de nosotros.
En el momento que le clamamos no está ocupado, sino que responde. Suple todas nuestras necesidades. Sus ojos están sobre nosotros desde el principio del año hasta el fin. Ha sido nuestra seguridad en momentos de tristeza, es nuestra alegría. Nos ha guiado por el “buen camino”. Nos ha levantado cuando hemos caído; cuando fallamos no nos juzga y aún nos sigue amando.
Nuestro Padre nos conoce, nos ama, nos hace sentir todo el tiempo que le pertenecemos.
Aún en los momentos de corrección nos hace sentir que Su único deseo es sacar el potencial que puso en nosotros para lanzarnos como una flecha que da en el blanco. Su corrección nunca es para destrucción, siempre ha sido para que maduremos y para que Su carácter sea formado en nuestra vida.
Nuestro Padre desea con todo Su corazón que nos parezcamos a Él en todo.
Padre: Te agradezco todo lo que has hecho por mí, tu protección, tu seguridad, tu provisión, tus cuidados, tu amor incondicional, aún la disciplina, pues sé que ha sido para bien.
¡DISFRUTEMOS SU PATERNIDAD!
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