“Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia. Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor? Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.” (Lucas 12:13-21)
Vemos una generación que no sabe el costo de las cosas; una generación que cada día está más lejos de su Creador; ya que sólo se enfoca en las cosas materiales y nunca en las eternas.
Personas que les gusta tener y disfrutar de las cosas y no sólo eso; que los demás vean que lo tienen.
Lo más importante en esta tierra no es lo que podamos alcanzar materialmente; sino lo que Dios quiere para nuestra vida.
Su deseo también es darnos cosas para que las disfrutemos, pero que nos mantengamos con los pies en la tierra, sin olvidar que todo proviene de Él.
La palabra de Dios nos enseña que no vale la pena ganar el mundo si se pierde lo más importante: tu alma.
“Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Marcos 8:36-37)
¿De qué sirve ganar tantas cosas en la tierra? ¿De qué sirve tenerlo todo y no alcanzar la felicidad?
Muchos aún conociendo a Cristo se desvían buscando los placeres del mundo, buscando llenarse de todo lo que ofrece cuando realmente no vale la pena.
La vida es corta, y una de las cosas más importantes es vivir dentro de la voluntad de Dios, que nos hará vivir plenos y sin sentirnos vacíos.
“Porque ¿quién sabe cuál es el bien del hombre en la vida, todos los días de la vida de su vanidad, los cuales él pasa como sombra? Porque ¿quién enseñará al hombre qué será después de él debajo del sol?” (Eclesiastés 6:12)
Vemos gente frustrada por no tener, por no poder alcanzar lo que desea, porque las cosas no salen como quieren y esto les lleva a vivir una vida llena de resentimientos, amargura y llena de estrés.
Mientras esta generación no comprenda su fragilidad se convertirá en una generación insensible y perversa.
“Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae…” (1 Pedro 1:24)
La fragilidad del hombre es más de lo que podemos imaginar, la vida es demasiado corta, en un abrir y cerrar de ojos pasa el tiempo y te das cuenta que no te enfocaste en lo que realmente vale la pena y pusiste mayor atención a lo que es vano.
Cuando entendemos que somos polvo, y que la vida está en manos de quien la dio, comprendemos que es mejor vivir tomados del creador y aprender de lo que Él nos quiere enseñar.
Desafortunadamente la gente olvida que todos los que estamos en esta tierra somos polvo y muchos ignoran lo que son.
La palabra de Dios dice: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.” (Genesis 3:19)
Cuando conocemos a Cristo nos damos cuenta que traíamos arraigadas tantas cosas y sobre todo el orgullo de creer que lo podemos todo.
Cuántas personas se jactan de la juventud creyendo que lo pueden todo y aún se burlan del anciano creyendo que nunca serán uno de ellos.
La Palabra dice que te alegres joven en tu juventud y tome placer tu vida pero de todas las cosas te juzgará Dios.
Cuando te das cuenta de tu fragilidad no queda más que rendirte al Señor y ponerte en Sus manos y es cuando se quita todo orgullo del corazón.
Entiendes de tal manera tu fragilidad que ves las cosas de una perspectiva completamente diferente.
Te das cuenta que no eres invencible, que no eres eterno, que no vale la pena vivir lleno de rencor, odio, lleno de presunciones, etc.
Valoras a las personas que Dios pone a tu alrededor entendiendo que hay un propósito en cada una de esas relaciones.
Te dejas guiar y entiendes Su Palabra cuando dice que tengamos a los demás como superiores a nosotros mismos. (Filipenses 2:3)
Aprendes a perdonar
Entiendes que es mejor vivir sin estar atado a otras personas por la falta de perdón.
Dios a través de su Espíritu Santo cambia el corazón de cada uno de nosotros para llevarnos cada día a alcanzar lo que Él desea para nosotros.
“Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” (Efesios 4:32)
Debemos recordar que Él nos ha perdonado
“Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador,
Y grande en misericordia para con todos los que te invocan.” (Salmos 86:5)
Aprendes a ser agradecido con Dios
Entramos en un agradecimiento continuo con nuestro Dios al ver Sus bondades y Su misericordia extendida cada día.
Y saber que gracias al sacrificio de Cristo tenemos la bendición de la vida eterna.
“Te alabaré, oh Jehová, con todo mi corazón; Contaré todas tus maravillas.” (Salmos 9:1)
Aprendes a dar valor a las cosas que realmente lo tienen
Entiendes la bendición que tenemos al conocer a Cristo y a tener Su Palabra.
Que cualquiera que sea la situación Él es nuestra ayuda y cuando acudimos a Su Palabra nos conforta, nos fortalece y trae vida por que Su palabra es vida para nosotros.
Dios es bueno y conoce perfectamente nuestra fragilidad, solo Él puede ayudarnos y fortalecernos en medio de cualquier situación; porque cuando entendemos la fragilidad de nuestras vidas y nos rendimos a nuestro creador entonces en Él somos fuertes.
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