¡A la puerta o a sus pies!

Por Staff

“Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.” (Lucas 10:38-39)

 

Esta parte de la visita de Jesús a Marta y  María, se compone sólo de cinco párrafos, pero cada uno de éstos deja entrever la personalidad  de ellas; y lo que ellas nos muestran de lo que debemos y lo que no tendríamos qué hacer ante una visita tan importante en nuestra casa.

 

Probablemente fue Marta quien abrió la puerta cuando el Maestro llegó. Ella le conocía, pues le recibió en su casa. Pienso que ella era hospitalaria, le gustaba recibir a la gente, quería que se sintieran bien las personas que venían a visitarlas, en una palabra, era una buena anfitriona.

 

En un principio, muy probablemente ella estaba escuchando al Maestro, pero de repente quiso hacer sentir en confort a la visita y pensó en cocinar algo.

 

No es que estuviera mal su deseo, lo que pasó es que esto se convirtió en prioridad. Pasó de una pequeña distracción a una gran preocupación. “Jesús estaba en su casa, pero Marta no estaba con Jesús”.

 

¡Qué gran diferencia! ¿Y qué con nosotros? Pues también somos “Martos” (permítanme hacerlo masculino) y “Martas”.

 

¿Cuántas veces lo hemos recibido, pero no hemos tomado el tiempo de escucharle, de deleitarnos con Su voz?

 

¡Sólo le hemos recibido en nuestro corazón, sin comprometernos a un compañerismo, a una intimidad!

 

¿No es cierto que aún habiéndole recibido, los afanes de esta vida nos abruman de tal manera que nos envolvemos y queremos resolverlos con nuestras fuerzas? Tal como ella le dijo: “¿No te da cuidado que mi hermana me deje servir sola?”

 

No era mala su intención, sólo que se convirtió en su prioridad, repito, y ¡estando tan importante visita en su casa!

 

Quizá digas: “Yo me hubiera quedado como María”. Pero la verdad es que cuando las preocupaciones nos afligen y asedian, tratamos de buscar todas las soluciones posibles, en lugar de sentarnos a Sus pies; y como dijo nuestro pastor: “La preocupación no soluciona nada, la oración sí”.

 

Lo que tenía qué hacer Marta era aprovechar la visita de Jesús en su casa.

 

¡Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia! ¿Verdad? Tú y yo hacemos lo mismo.

 

¡Cuántas cosas toman lugar en nuestra vida como prioridad! Y llegan a dar vuelta en nuestra cabeza, de tal manera que no hay lugar para otras cosas; y nos olvidamos que igual que Marta hemos recibido al Señor, pero en lugar de permanecer a Sus pies, buscamos soluciones con nuestras fuerzas y nos apoyamos en nuestra propia prudencia.

 

De nuevo te digo: “La preocupación no soluciona nada; la oración sí”. Marta estaba tan enojada porque María no la ayudaba y esto estaba dándole vuelta a su cabeza que se convirtió en turbación.

 

Por lo cual le dice a Jesús: ¿No te importa? A Dios le importa todo lo que nos pasa; sólo que el lugar correcto es “a Sus pies”. No dando vueltas o buscando las soluciones nosotros mismos y echando culpas a otros de nuestra propia decisión. Porque al final de cuentas fue la decisión de Marta cocinar y ser una buena anfitriona, que no estaba mal; sólo que ese momento estaba destinado para estar a los pies del Maestro.

 

Las dos recibieron a Jesús en su casa. Cada una escogió lo que querían hacer: Una decidió sentarse a los pies de Jesús estando en su casa; la otra se distrajo estando Jesús en su casa.

 

¿Qué hacemos nosotros? ¿Lo recibimos a la puerta o nos sentamos a Sus pies? Escojamos la buena parte en tiempo preciso, la cual no nos será quitada: “A Sus pies”.

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