«Y apareció Jehová a Salomón de noche, y le dijo: Yo he oído tu oración, y he elegido para mí este lugar por casa de sacrificio. Si yo cerrare los cielos para que no haya lluvia, y si mandare a la langosta que consuma la tierra, o si enviare pestilencia a mi pueblo; si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra. Ahora estarán abiertos mis ojos y atentos mis oídos a la oración en este lugar;» (2 Crónicas 7:12-15 RVR1960)
Iglesia, leamos bien este pasaje, con mucha atención.
Piensa: Qué tan importante fue para Dios la oración de Salomón que se manifestó a él: “apareció JEHOVÁ a Salomón” para decirle que había escuchado su oración y después le dijo que si hubiere enfrentaban cualquier situación difícil y seguían algunas instrucciones, entonces Él los salvaría.
Claro que había una condición: “Humillarse, invocar, orar, buscar, convertirse de sus malos caminos”.
Y si nos fijamos bien, ¿para quién son las instrucciones que le da Dios a Salomón en el texto mencionado al principio?, encontramos que para “Su pueblo”.
Iglesia, nosotros también somos Su pueblo, nosotros podemos generar cambios en nuestro país ¿Amamos a nuestra patria? ¿Deseamos que nuestra tierra sane?
Entonces sigamos las instrucciones que le dio a Salomón: Acercarnos a Dios, humillarnos, invocarle, rogarle por Su perdón, convertirnos de nuestros malos caminos, para que nos escuche, perdone nuestros pecados y sane nuestro país; que Él perdone los pecados de nuestra nación. Humillémonos delante del Señor, sigamos todas las instrucciones.
Él ya nos dijo cómo experimentar Su bendición: sanidad, victoria… ¡Actuemos ya!
Conocemos como país en dónde le hemos fallado, dónde le hemos dejado, por qué o por quién le hemos reemplazado.
¿Por qué menciona la humildad? Porque la humildad es el único lugar seguro de este mundo. El orgullo para nada edifica. Y la humildad nos acerca a Él, nos hace depender de Su poder, nos ayuda a estar confiados de que Él hará.
Cada Semana Santa, recordamos lo que Él hizo hace dos mil años en la cruz, ¿qué esperamos para que lo pueda hacer en México? Levantémonos y sigamos las instrucciones que Dios nos dio.
¿Quieres ver un México sano? Dejemos como pueblo de Dios nuestros propios caminos, nuestra propia manera de llevar la Palabra, de tomar sólo lo que me conviene cuando me conviene. De llevar una doble vida como cristianos.
Cada uno de nosotros sabemos en dónde le hemos fallado, y en dónde ha fallado México como nación, así que, pongamos manos a la obra: Humillémonos, invoquemos al único que puede extender Su poderosa Diestra a nuestro favor, oremos y busquemos Su rostro, y pidamos perdón por nuestros pecados y los pecados de nuestro país desde sus inicios, pongámonos en la brecha y sobre todo, hagamos conforme dice Su Palabra, caminemos en Sus estatutos; porque seguramente Él abrirá Sus ojos y oídos a nuestra oración y sanará nuestra nación.
¡DIOS ESPERA QUE SU PUEBLO, NOSOTROS LOS CRISTIANOS, NOS HUMILLEMOS ANTE ÉLPARA ACTUAR!
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