“Pero sigo orando a ti, SEÑOR, con la esperanza de que esta vez me muestres tu favor. En tu amor inagotable, oh Dios, responde a mi oración con tu salvación segura.” (Salmos 69:13 NTV)
Hay un dicho muy famoso que dice: “La esperanza muere al último”. ¿No es cierto?¿Pero qué es la esperanza?
La esperanza es el estado de ánimo en el cual se cree que aquello que uno desea o pretende es posible.
Las personas suelen aferrarse a la esperanza cuando se encuentran en una situación complicada y esta confianza les ayuda y motiva a seguir adelante.
¿Pero, y qué con nuestra confianza? ¿Como creyentes a qué nos aferramos?
¿Cómo funciona la esperanza? Ciertamente la esperanza tiene que ver con “esperar”. Pero un esperar confiado.
Quizá escuchamos también la frase: “La esperanza nunca muere”. ¿Por qué?
El tener esperanza es tener una meta, un próposito; te enfocas en lo que esperas, sin perder tu presente pero desafiando tu futuro; pues aguardas tu deseo.
¿Cómo es nuestra esperanza? Me gusta lo que escribió el salmista: “Pero sigo orando a ti con la ESPERANZA de que esta vez me muestres tu favor”.
¿En dónde radicaba su ESPERANZA?
Él se aferraba a su Dios, a su Señor. ¿Por qué? Porque Él es fiel a Sus promesa. Y dice la palabra: “Teme siempre al Señor”. Si lo haces serás recompensado; “Tu esperanza no se frustrará” (Proverbios 23:17-18 NTV)
Nuestra ESPERANZA no es aferrarnos a un deseo, no radica en repetir lo que aguardamos. Radica en lo que Jesús ha prometido. Está en cada una de Sus promesas para Su pueblo.
Necesitamos aferrarnos a lo que Él nos dijo y no a lo que el enemigo pone en nuestra mente. Necesitamos tomar la promesa de Dios y ponerla sobre ese deseo, esa necesidad, para que Él se glorifique.
No debemos perder nuestra esperanza, si la perdemos, perdemos todo. Perderemos nuestro ánimo. Y justamente, el tenerla, nos motiva a seguir adelante.
ESPERANZA es confiar en Aquél que hará mucho más de lo que espero.
Es aferrarte a lo que ya dijo y prometió; es esperar en que Él tenga misericordia. Es aguardar la respuesta con acción de gracias. Él nos ama y nos responderá con Su salvación segura.
Por eso podemos decir confiadamente: “Tú eres mi refugio y mi escudo; tu palabra es la fuente de mi esperanza.” (Salmos 119:114 NTV)
¡Qué declaración tan contundente!
No hay más. La verdadera esperanza es aguardar lo que Él ya dijo; por eso debemos tener Su palabra como la fuente de nuestra esperanza.
¡La esperanza nunca muere!
¡ÉL ES NUESTRA ESPERANZA!
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