“Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer ¿Con que Dios os ha dicho?…” (Génesis 3:1 RVR1960)
Creo que todos conocemos la historia de Adán, Eva y el Paraíso. ¿Verdad? Pero en este tiempo, con el plan de lectura bíblica completa en un año, aunque tenemos muchos años de llevar este plan, ahora Dios nos resalta otras cosas de las que tenemos que darnos cuenta y nos advierte para no ser persuadidos como ocurrió en el Huerto del Edén.
¡De qué forma tan maravillosa comenzó todo! Dios plantó un huerto en Edén y puso al hombre ahí y había toda clase de frutos, los cuales ellos podían comer.
Tenían todo lo que necesitaban y aún más: disfrutaban de la presencia de Dios todo el tiempo. En fin, ¡no les hacía falta nada!
¿Qué sucedió? ¿Por qué Eva hizo lo que hizo? Si somos mujeres diríamos: “Eva por tu culpa tenemos dolores”.
De la misma manera como Eva fue engañada, nosotros podemos serlo también. ¿Con qué alimentó Eva su mente? Con lo que se arrastra, con argumentos bajos que estaban bombardeando directamente al ser humano, con dudas, incógnitas, cuestionando lo que ya Dios les había señalado.
A ti y a mi nos hubiera también pasado lo mismo, mejor dicho, nos pasa lo mismo. Cuando llegamos al conocimiento de Dios tenemos una relación con Él.
Todo marcha bien, ¡estamos en Su presencia, estamos en el Edén! Pero en un momento de descuido, dejamos de alimentarnos de lo que Dios sembró en nuestro huerto y deseamos lo que no tenemos; o dudamos que Él pueda proveer lo que necesitamos, y es ahí donde los pensamientos que se arrastran vienen a nuestra mente y nos cuestionan, hasta el punto de dejarnos alimentar por lo que la serpiente nos diga.
¿Cómo le sucedió esto? Este capítulo 3 de Génesis, fue escrito para ti y para mi, para que nos demos cuenta que también nos puede suceder cuando dejamos de alimentarnos de lo que Dios sembró en nuestro huerto: “Su Palabra”.
Haz una pausa y agradece al Señor por todo la palabra que ha sembrado en tu vida y que la hizo y la hará realidad en Su tiempo, no en el tuyo.
No cambies tu dieta del Huerto de Dios por el huerto de la serpiente. No te alimentes de lo que se arrastra; no cambies las promesas de Dios (aunque tarden) por esos pensamientos que te alejarán de cumplir y alcanzar Sus propósitos.
Quiero dejar en tu corazón unas palabras que escuché y otras que agregué: “Miramos lo que está mal con nosotros en lugar de mirar lo que está bien con Jesús; Miramos lo que no podemos hacer en lugar de mirar lo que Él puede hacer.
Miramos los gigantes en lugar de mirar a Dios, miramos nuestro pasado en lugar de mirar nuestro futuro. Dejemos de mirar mal y pongamos colirio a nuestros ojos para ver con claridad lo que Él tiene preparado para nosotros”.
Dejemos de alimentarnos de pensamientos que se arrastran, que nos pueden alejar del Edén. Pues después de la caída Dios mandó a querubines con una espada encendida y sacó a Adán y a Eva del Huerto.
Su presencia es nuestro Edén, Su Palabra: ese Huerto de frutos deliciosos; no dejemos que pensamientos negativos, palabras que Él no sembró, nos separen de Su presencia y acabar la carrera sin cumplir Su propósito.
Por eso te pregunto: ¿Con qué te alimentas?
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