¡Cómo andamos!

Por Staff

«Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo,» (2 Corintios 10:3-5 RVR1960)

 

«Somos humanos, pero no luchamos como lo hacen los humanos. Usamos las armas poderosas de Dios, no las del mundo, para derribar las fortalezas del razonamiento humano y para destruir argumentos falsos.» (2 Corintios 10:3-4 NTV)

 

Interesante la frase que emplea Pablo: “no militamos”. Este vocablo hace referencia a un grupo específico: militar, que se hace referencia a la milicia o a la guerra.

Está vinculada a miembros que forman parte de las fuerzas armadas que tienen la función de defender la soberanía de un país y la integridad territorial. Que cuentan con armas sofisticadas y poderosas para defender su territorio.

Este término nos deja en claro nuestra posición como cristianos, como hijos de Dios, como ciudadanos del reino: “aunque andamos en la carne, no militamos según la carne”.

Estamos en la carne, pero no actuamos según lo que pudiera exigir nuestra carne. “No militamos”, habla de una disciplina como hijos de Dios, habla de otra manera de  “caminar”, de “andar”.

Este  “andar”, es otra manera de vivir, habla de hábitos, de buenos hábitos; una manera de caminar, la manera del reino. “No militamos”, quiere decir no respondemos como lo hace el mundo.

 

Nuestra manera de responder ante una situación es totalmente diferente, y es a la manera del reino.

En el mundo se han hecho armas tan sofisticadas para poder enfrentar el enemigo y destruir fortalezas, derribar a su enemigo. Pero en el reino espiritual estas armas son totalmente diferentes y poderosas en Dios; con las cuales se destruyen las fortalezas, argumentos, altivez que se han levantado en contra del Señor.

 

Lo primero que tenemos que hacer es: llevar nuestros pensamientos cautivos a la obediencia de Dios.

¿Qué quiere decir? Que hablamos lo que el Señor ha dicho en Su Palabra.

«Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.» (Hebreos 4:12 RVR1960)

Es la Palabra que va a destruir todas las fortalezas que se levanten en nuestra vida.

«Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;» (Efesios 6:14-17 RVR1960)

 

Tal como David lo hizo con Goliat: «Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos.» (1 Samuel 17:45-47 RVR1960)

 

¿Qué probabilidades tenía David de ganar y vencer a Goliat? Pues si pensamos y vemos con nuestros ojos, diríamos que ninguna. Pero si lo hacemos con la fe en lo que Dios ha hablado, entonces nuestras probabilidades aumentarán considerablemente.

Caminemos de esa manera, a la manera del reino, peleemos en el ámbito espiritual con las armas poderosas que Dios nos ha dado.

“La batalla carnal se pelea con armas carnales, pero la batalla espiritual, lo hará con armas poderosas en Dios”.

Nosotros no militamos según la carne, porque no caminamos según la carne, sino militamos con el Espíritu de Dios.

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