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Por Staff

“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.” (S.Juan 15:5 RVR1960)

 

¿Has visto alguna rama de un árbol, o pámpanos (ramas) que se esfuercen para dar los frutos? No. Sólo permanecen en la vid o en el árbol. No tienen qué hacer absolutamente nada, permíteme repetirlo, sólo la acción de permanecer.

 

Y te pregunto ¿quieres llevar fruto? Dios quiere que llevemos fruto, es muy bueno; pues dice Su Palabra que Él quitará todo pámpano que no lleve. Lo cual nos indica  que es de suma importancia.

 

¿Cómo llevar fruto?

De la misma manera que el pámpano lo hace: PERMANECIENDO EN LA VID, así nosotros, PERMANECIENDO EN ÉL Y SU PALABRA EN NOSOTROS.

Simplemente el pámpano está ahí, esperando la savia que corra a través de las ramas y en su tiempo da fruto; así nosotros, dejando que Su Palabra corra en nuestra vida, y que en cada situación aflore y dé fruto.

 

El Permanecer, es una parte para dar el fruto que Dios quiere:

Gozo en la tristeza, abundancia en la pobreza, salud en la enfermedad, paz en la adversidad, etc. Un poco controversial, ¿verdad? Es la locura del evangelio.

El permanecer nos lleva a la contemplación de la grandeza del Señor y Su poder, y entonces daremos fruto, pues de este modo dejamos que la savia de Su potencia corra por nuestra vida aflorando la Suya.

 

Para llevar fruto es necesario la humildad:

«Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.» (Miqueas 6:8 RVR1960)

¿Por qué?

Porque la humildad nos lleva a depender sólo de Él. Aquí también entra la contemplación: “Señor, tú eres la vid y yo el pámpano, sólo soy una rama, pero tú eres la vid, Que tu savia fluya por mi vida para dar el fruto que tú esperas”.

Lo más importante aquí no es el fruto, que está bien que lo haya, aquí lo que desea es  que esperemos en Él, que nos gocemos en el poder de Su fuerza.

«Si es necesario gloriarse, me gloriaré en lo que es de mi debilidad. El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien es bendito por los siglos, sabe que no miento.» (2 Corintios 11:30-31 RVR196)

 

La humildad es necesaria para llevar fruto, porque Él resiste a los soberbios y da gracia a los humildes.

¿Qué hacemos cuando permanecemos? Pues sólo permanecer; y la humildad nos hace  depender de Él dejando todo en Su control.

 

Dejemos que Su savia corra por nuestra vida y lo que vemos hacer al Hijo, dé fruto en nosotros, para hacer resplandecer Su rostro en el nuestro, y así sea Él glorificado.

“PERMANEZCAMOS EN ÉL EN HUMILDAD”

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